La revolución
En los últimos 17 años la configuración
del poder a lo interno del Estado venezolano y la relación de fuerzas en pugna
entre los dos grandes bloques que conforman el espectro político venezolano, han
estado signadas por un enfrentamiento abierto entre los que promueven una nueva
identidad nacional surgida de rebuscadas interpretaciones históricas, y quienes
en el otro lado de la acera, se oponen diametralmente a ello.
Una posible solución a la situación
de inestabilidad política y de crisis socioeconómica por la que atraviesa el país se hace mucho más
complicada en tanto y en cuanto quienes intentan imponer a toda costa el nuevo
modelo - socialismo del siglo XXI – resultan estar influenciados por un
sincretismo ideológico de no poca importancia: este sector ha bebido de la pluma
de Marx, Hegel, Schmitt, Mao Zedong, Zamora, Simón Rodríguez y Simón Bolívar (y
de las interpretaciones que de estos personajes se hacen).
Para quienes gobiernan es algo
normal el sufrimiento por el que atraviesan los pueblos en los que se imponen
las políticas y los métodos que se han venido desarrollando en Venezuela. Todo
esto forma parte del plan maestro para alcanzar la sociedad comunista y la
suprema felicidad del pueblo. En este plan la idea fundamental consiste en
destruirlo todo para luego reconstruirlo todo desde cero a imagen y semejanza
de lo que enseñan los manuales del siglo XIX; destruir la historia para imponer
otra, escrita a conveniencia de la nueva élite. Para esto recurren a la idea de
Mao de “Revolución Permanente”, inventan un enemigo – en el caso venezolano este enemigo es la contrarrevolución
identificada en las filas de la oposición – y se apoyan en la idea de que la política
es una relación amigo / enemigo siguiendo las lógicas del jurista alemán Carl
Schmitt. En consecuencia, revolución permanente,
significa lucha o guerra permanentes.
En una entrevista con el escritor
francés André Malraux, Mao afirmó:
El pensamiento, la cultura y las
costumbres que llevaron a China al punto en el que la encontramos hoy tienen
que desaparecer, y surgir el pensamiento, las costumbres y la cultura de la
China proletaria, que no existe todavía. {…} el pensamiento, las costumbres y
la cultura deben nacer de la lucha, y la lucha debe seguir mientras permanezca el
peligro de volver al pasado.[1]
Hay que construir la sociedad
socialista, aunque esto implique destruir la sociedad en general, y con ella a destruir también a
aquellos que hacen cultura y para los cuales la sociedad tiene sentido, los
seres humanos.
El conflicto permanente
Como se dijo anteriormente, la
idea de revolución permanente no es otra cosa más que la idea de lucha o guerra
permanente. Esto se debe a varias razones:
- La primera de ellas tiene que ver con el hecho de que quienes se hacen llamar revolucionarios, suelen llegar al poder por la fuerza o mediante la utilización de mecanismos contrarios a los parámetros democráticos. Bien sea porque la revolución intenta derrocar a un régimen no democrático; o porque quienes encabezan la misma utilizan el término como una simple tapadera para dar un golpe de Estado; o bien porque han sido influenciados por movimientos revolucionarios ajenos a la propia realidad nacional en la cual se pretende llevar a cabo la revolución.
- Otra razón por la cual se recurre a este mecanismo, es porque una vez establecidos en el poder y habiendo controlado el aparato represivo del Estado, quienes encabezan la revolución siempre estarán en ventaja sobre quienes se oponen a ella en el campo militar. De esta forma si se califica al adversario político como “enemigo” y se le vende como una “amenaza para la patria”, se puede recurrir a la fuerza cuando sea necesario para mantener el control del poder.
- Por último, si se llegase a perder el control político del Estado, se podría seguir recurriendo a la fuerza para legitimar la lucha por el poder, ya que quien gobernaría sería el “enemigo” y los “traidores a la patria y la revolución”.
Pues bien, desde la llegada al
poder de la “Revolución Bolivariana” se han tomado en cuenta todos estos
supuestos y se han venido aplicando, ya en estos últimos días descaradamente,
con el objetivo de que la revolución se eternice al frente del Estado.
Por esto es que se ha recurrido a
ideologizar y entrenar a la Fuerza Armada en tácticas de guerra no convencional
o de guerrillas, y se han creado cuerpos paramilitares.
La oposición
La oposición venezolana es
diversa y compleja. En su seno interactúan una amplia diversidad de
concepciones ideológicas, modelos económicos, concesiones políticas y visiones
de país que en muchos casos contrastan.
La actuación de este sector ha
tenido sus altos y bajos a lo largo de los últimos 17 años, siendo su mejor
momento el actual debido, entre otros elementos, a la baja popularidad del
gobierno.
Desde un punto de vista estratégico su
debilidad principal radica en lo que es su mayor fortaleza, es decir, en la diversidad de sus filas.
En el marco de un modelo democrático sano en el cual se respetan las garantías constitucionales
y el derecho y la justicia privan por sobre la diatriba del poder, esta característica
de la oposición habría que celebrarla a como dé lugar. Sin embargo, la actual
realidad venezolana no es esta.
Venezuela atraviesa por un
proceso de fragmentación social e hiperpolarización política sumamente delicado, en el cual impera una visión
dicromática de la realidad, afectando esto de manera significativa la cultura democrática
del venezolano. Así pues, la opinión pública del país pretende que las acciones de los actores que integran
cada uno de los bandos sean lineales y automáticas.
Esto quiere decir que si el gobierno dice “A” la oposición debe responder automáticamente
ubicándose en el otro extremo “Z”. No hay cabida para el resto del abecedario;
quien se atreve a decir “C” puede ser tildado por sectores de oposición como “traidor”
pues la “C” está mucho más cerca de la “A” que de la “Z”, y viceversa.
Lamentablemente esta “anticultura política” es mucho más sencilla de modificar
dando el ejemplo desde el gobierno que desde otro espacio.
En estos casos las oposiciones
deben trazarse una estrategia de coherencia político-discursiva que permita la cohesión
de sus adeptos y la motivación de su fuerza popular con miras a mantener la presión
de las masas en contra del régimen de turno.
Hay que prepararse incluso para
el ejercicio estratégico del poder en el marco de un posible gobierno de transición
hacia la democracia. Lo más probable es que en este escenario quienes
actualmente ostentan el poder, pasen a una insurrección paramilitar armada con características
guerrilleras a la que habrá que hacerle frente. Este será, posiblemente, uno de los efectos primarios de los coletazos del Huracán Revolucionario. Por ello la importancia de que en
el discurso opositor exista un puente tendido constantemente hacia los
militares, baluartes de la institucionalidad, garantes de la soberanía y
custodios de la constitucionalidad.
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