lunes, 24 de julio de 2023

Elecciones, abstención, dictadura no sale con votos, ahora sí, pero no.

Elecciones, abstención, dictadura no sale con votos, ahora sí, pero no. 

Otro punto de vista sobre la realidad política venezolana y el cómo llegamos hasta aquí.

Por. Lauren Caballero

"No hay viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige"

Séneca. 

La oposición venezolana ha venido mostrando una falta de coherencia estratégica desde sus inicios. Y es que las agendas son múltiples y los intereses detrás de las mismas diversos y muchas veces contradictorios. Esto se ha podido apreciar con mucha claridad en los últimos años, en los cuales la oposición ha pasado vez tras vez por diferentes rutas que al final del camino dejan un saldo negativo para toda la oposición en su conjunto y para el país en general.

Luego de la muerte de Hugo Chávez, la oposición hizo un esfuerzo enorme para llevar a  Capriles a la presidencia en las elecciones que debían pautarse para 2013. Capriles venía de una derrota incuestionable contra un popular Chávez quien consiguió una ventaja de más de un millón y medio de votos frente a los opositores. 

No obstante, y a pesar de la apabullante derrota que había dejado a la oposición desorientada y enguayabada, las circunstancias del país abrieron las puertas para continuar acumulando fuerzas en el terreno político-electoral mediante la construcción de una narrativa que motivaba al electorado y movilizaba a los ciudadanos en un contexto de dificultades económicas y disminución en general de la calidad de vida. 

En fin, que muere el presidente Chávez y en Venezuela debe haber una nueva elección para decidir quién será el nuevo presidente. La elección ocurre el 14 de abril (el chavismo planificó esa fecha para sacar ventaja de su cercanía con el día 11 de abril, fecha en la que le dieron el famoso golpe de estado al presidente Chávez, quien fué luego restituido en su caro el día 13). El proceso se llevó a cabo en un clima de irregularidades, pero aún así la oposición no se apartó de la ruta y en unidad estratégica -aunque no total- hace de nuevo un esfuerzo enorme para llevar a Capriles a la presidencia, el cual tenía un reto titánico por delante: hacer crecer su piso electoral en más de un millón y medio de votos en un ambiente de sentimentalismo que favorecía al chavismo debido a la muerte del caudillo revolucionario que con tanta efectividad había logrado conectar con las masas populares. 

Concluye el proceso y el CNE emite unos resultados en los cuales da ganador a Nicolás Maduro con una diferencia menor a doscientos cincuenta mil votos frente a Capriles. La oposición había logrado lo impensable: conquistar más de un millon trescientos mil votos en un escenario absolutamente desfavorable y en una campaña relámpago. Pero, en lugar de comprender la gran victoria política que habían obtenido frente al chavismo, la decisión del equipo de Capriles fué cantar fraude y mandar a los ciudadanos a manifestar su enojo. De hecho, muchos venezolanos hoy siguen convencidos de que aquella elección se la robó el chavismo. 

Con todo y todo, y a pesar de algunas voces que ya comenzaban a plantear alejarse de la ruta electoral, como se hizo en el año 2005 dejándole al chavismo el control del Parlamento y abriendo las puertas a la promulgación de leyes contrarias a la Constitución, la oposición se mantuvo en la ruta, pero lo hizo sin abandonar las protestas populares y la reivindicación de derechos individuales y colectivos que eran y siguen siendo violados de forma sistemática en Venezuela. Fue de esta forma como en el año 2015 la oposición unida logró la más importante victoria de toda su historia: se trató, como ya saben, de la conquista del Parlamento. 

Pero la victoria pronto se convertiría en el peor retroceso de la oposición desde el golpe de Estado de 2002. Las ansias de poder y el mal cálculo llevaron a algunos a pensar que ya el gobierno habia sido derrotado, no entendieron que habían ganado un espacio político para hacer contrapesos y , en lugar de ello, se sintieron tentados por la idea de que ya la presidencia de la república estaba en sus manos. Tampoco hicieron cálculos sobre la capacidad del gobierno para sortear las dificultades mediante la confrontación entre poderes, como luego se vió con las sentencias de un TSJ el cual se había convertido en el brazo judicial del partido gobernante y que había sido nombrado entre gallos y media noche por el parlamento de mayoría chavista anterior. Lo que sí calcularon muy bien fueron las cuotas internas que les tocaban a cada uno de los partidos según la cantidad de diputados que cada organización había obtenido, esto a pesar de que la victoria fue posible gracias a la tarjeta de la famosa MUD (La de la Manito), y no al esfuerzo independiente de las organizaciones políticas. El niño no había nacido y ya lo estaban picando en pedacitos. 

El error de cálculo llevó a algunos sectores de la oposición a promover agendas subversivas desde el parlamento ¿Recuerdan aquella promesa de sacar a Maduro en seis meses?. Mientras tanto el TSJ desproclamaba diputados para quitarle la mayoría calificada a la oposición y dejaba sin representación política a uno que otro estado de la federación. 

La confrontación llegó a su cenit cuando la AN no quiso obedecer una sentencia administrativa que, según la interpretación de los juristas del horror rojo, colocaba a la AN en desacato, con lo cual convertían al Parlamento en mero decoro constitucional. 

Unos meses después la oposición se enfrascaría en un estéril debate interno en torno a cuál sería la mejor propuesta para salir de Maduro: el revocatorio, una reforma constitucional, el abandono del cargo, encontrar la cédula colombiana del dictador etc. Cada propuesta era recibida con insultos por parte de quienes planteaban otra distinta. 

La respuesta de la comunidad internacional no se hizo esperar: estaba claro que en Venezuela ya no había democracia y que no existía la separación de poderes, en Venezuela había una dictadura. 

La situación empeoró aún más, el gobierno convocó de forma inconstitucional a un parapeto de Asamblea Nacional Constituyente con unas bases comiciales absolutamente cuestionables y que poco o nada tenian que ver con la tradición electoral venezolana. Y es que el gobierno necesitaba darle sentido a la dictadura que estaba naciendo, maquillarla para que sus seguidores se sintieran motivados a apoyarla, y para ello la figura de una ANC con poderes, según ellos, supra constitucionales, le venía como anillo al dedo. El parlamento, electo por la mayoría de venezolanos, incluyendo chavistas, había quedado, de hecho disuelto. 

La oposición llamó a la abstención bajo la lógica de no convalidar con el voto popular a aquella Asamblea Nacional Constituyente en la que no participaba ningún candidato de oposición. 

El mismo año se llevaron a cabo elecciones regionales para escoger a los gobernadores de algunos estados del país. La oposición organizó entonces unas elecciones primarias (quien les habla fue parte del comité organizador) con el objetivo de decidir quiénes serían los candidatos opositores por cada estado -entonces todo el mundo quería ser candidato porque creían que nadie votaría por el gobierno-. Sobrados de lote y pensando nuevamente que el gobierno estaba derrotado de antemano, los opositores convirtieron la pugna por las candidaturas en una carnicería moral: se instalaron laboratorios en redes sociales y en medios de comunicación para masificar propaganda sucia en contra de otros opositores y se recurrió a las más bajas tácticas para minar la imagen del antiguo aliado hasta convertirlo en un enemigo irreconciliable. 

En el estado Lara, la gobernación que estaba en manos de Henri Falcón -quien había dado sus primeros pasos en política de la mano del presidente Chávez, pero que luego renunció al chavismo llegando a ser incluso jefe de campaña del propio Capriles en las elecciones del año 2013- la propaganda llegó a tal extremo que, a pesar de que Henri ganó las primarias opositoras, la oposición perdió la gobernación. 

Para echarle más leña al fuego, la dirigente opositora, María Corina Machado, y los miembros de su partido, incluyendo diputados a la Asamblea Nacional, utilizaron todos los medios a su disposición para boicotear las elecciones, haciendo llamados a la abstención bajo la premisa de que los comicios habían sido convocados por la Constituyente y asegurando que no se trataba de elecciones sino de un ejercicio militar. También le echaba estiércol a la imagen de sus otrora compañeros asegurando que el gobierno había escogido a los candidatos.

Al final del día la oposición había sido derrotada con casi un millón de votos de diferencia. Después de tener una expectativa de victoria abrumadora según la cual la oposición obtendría 20 de las 23 gobernaciones, el resultado fue que el gobierno se quedó con el control de 17 gobernaciones frente a 5 de la oposición, de las cuales luego una, la del estado Zulia, sería arrebatada por la ANC.

El ventajismo de un gobierno autoritario que utiliza todo el poder del Estado para oprimir a sus adversarios, comprar votos, movilizar a sus adeptos y torcer los resultados si fuese posible, tuvo su efecto. Una oposición que era más peligrosa para sí misma que para el régimen, le allanó el terreno a las jugadas del madurismo. 

La ANC consolidadó su poder cerrando la jornada de 2017 con broche de oro cuando destituyó al gobernador electo del estado Zulia, Juan Pablo Guanipa, dada la negativa del mismo a juramentarse ante la mentada constituyente, dejando así el camino libre para que el gobierno controlase una de las gobernaciones más importantes de país. En otra lectura de los acontecimientos, hay quienes afirman que la demostración de "dignidad" de Guanipa le regaló al chavismo la gobernación. 

La historia podría haber sido otra si la oposición hubiera tenido coherencia estratégica. Pero la historia es la que es y no la podemos cambiar. 

La película no había terminado aún. El gobierno se había dado cuenta de que la oposición estaba dividida y sin rumbo, sin liderazgo claro y absolutamente desorientada. Se podía ver en el horizonte lo que ya comenzaba a perfilarse como la evolución del chavismo al madurismo. 

Es así como en 2018 la ANC convoca a elecciones presidenciales de forma anticipada, aprovechando el momentum político desfavorable para una oposición enfrascada en dilemas estratégicos imposibles de sortear en medio de una confrontación consigo misma. 

Antes, en diciembre de 2017, habían ocurrido también las elecciones de alcaldes, para entonces ya la oposición transitaba la ruta de la abstención, y la calle había perdido la energía después de más de cien días de protestas ciudadanas masivas. Hablar de ir a elecciones era hasta un acto de traición. 

Así fue como se llegó a 2018 con una oposición desmotivada y desmoralizada, sin candidato presidencial opositor unitario y con llamados a la abstención bajo la premisa de que "dictadura no sale con votos". Como no podían faltar el chantaje y manipulación de mentes incautas, los laboratorios promovieron la idea de que votar era legitimar al régimen. 

La mesa estaba servida, Maduro no podía perder, los opositores que participaron en esa elección para hacerle frente a la dictadura en el terreno electoral fueron víctimas de los peores improperios por parte de otros sectores de oposición que planteaban otras rutas como la intervención militar extranjera o un golpe de Estado. Había nacido el Madurato, el régimen de Nicolás Maduro. 

Eran tiempos de Donald Trump, el polémico presidente estadounidense que luego apoyaría la instauración de un gobierno paralelo presidido por el diputado Juan Guardó, y que llevó a muchos venezolanos a pensar que Estados Unidos iba a invadir Venezuela para sacar a Maduro del poder. 

LA AUTOJURAMENTACIÓN

Habían pasado ya cuatro años de luchas intestinas. Desde el punto de vista institucional el tiempo se agotaba para la oposición, pues se aproximaban nuevamente elecciones para escoger a los representantes del poder legislativo.

Ese año 2019 una parte de la oposición agrupada en el parlamento, haciendo gala de extraordinarios dotes para interpretar la Constitución venezolana, decidió jugar una carta al estilo del régimen. Así fue como Juan Guaidó, un diputado electo por el estado Vargas, poco conocido y sin muchos méritos que resaltar, se autojuramenta como presidente interino de Venezuela. Nadie sabe a ciencia cierta quien decidió jugar la carta, algunos dicen que fueron órdenes de los líderes del partido de Guaidó, Voluntad Popular; otros afirman que el guión fue escrito desde el exterior, pero lo cierto del caso es que casi toda la oposición, y gran parte de la población venezolana, se alineó con la jugada. 

Rápidamente obtuvo el reconocimiento de una parte importante de gobiernos extranjeros con Estados Unidos a la vanguardia. La calle volvió a llenarse de multitudes pidiendo la dimisión de Maduro. Jóvenes, vidas, sueños dejados en el asfalto y una dirigencia opositora que aprovechaba el momento para, junto con gobiernos extranjeros, tomar el control de importantes activos venezolanos en el exterior. 

Así transcurrió el año 2019, el Palacio Federal Legislativo era constantemente asediado por hordas ideológicamente adoctrinadas y pagadas por el gobierno para intimidar a los diputados, y en más de una ocasión hasta los militares fueron utilizados con el objetivo de entorpecer las labores de los representantes del pueblo. A la sazón, el "gobierno interino" instalaba misiones diplomáticas ante gobiernos extranjeros mientras los de Maduro eran expulsados. Venezuela volvió a la OEA con una representación nombrada por la Asamblea Nacional. 

El Madurato estaba sometido a una presión de una magnitud considerablemente peligrosa para su sostenimiento, pero aún así se mantenía en pie. 

No se sabe si los opositores que lideraban el plan del interinato en algún momento se plantearon la posibilidad de negociar con el gobierno los términos de una posible transición pactada, pero lo que sí sabemos es lo que ocurrió después. La oposición se volvió a hiper radicalizar, desde los micrófonos y en las redes sociales se decía que "con delincuentes no se negocia" y se invocaba la activación del TIAR, un tratado militar interamericano de la época de la Guerra Fría, con el fin de promover una intervención militar multinacional en Venezuela para sacar a Maduro de Miraflores por la fuerza. Claro que era una fantasía!

En 2020 se llevaron a cabo las elecciones para la Asamblea Nacional y se disolvió la ANC. El gobierno se sentía consolidado luego del fracaso de las agendas maximalistas de los sectores más mediáticos de la oposición veneozlana. La coalición gobernante obtuvo cómodamente la victoria; la abstención era ya el más grande acto de pureza, casi racial, que podía llevar a cabo un opositor genuino. 

Mientras tanto, en Estados Unidos Trump había perdido las elecciones. La oposición radical se había quedado sin un aliado radical en el norte, y junto con la derrota de Trump vino también el desmoronamiento del interinato. 

Toda esta nueva situación obligó a los actores políticos locales a moderar sus expectativas y su discurso. Así fue como, sin reflexión alguna y de la noche a la mañana, pasaron de la consigna que rezaba "dictadura no sale con votos", al "vota por mi". Los dirigentes cambiaron en cuestión de semanas sus propuestas: ya no era la "coalición libertadora" lo que salvaría a los venezolanos, sino ellos mismos, ahora mediante la participación electoral. 

Y fue de esta manera que decidieron participar en las elecciones regionales (2021). Tanto la oposición como el chavismo habían mermado significativamente su caudal electoral. Los otrora abstencionistas no pudieron movilizar a más de dos millones de personas, mientras que el gobierno mantuvo su piso por sobre los tres millones. La oposición más moderada, que no se había apartado de la lucha electoral pero cuya imagen estaba francamente deteriorada debido a la purga propagandística a la que fue sometida, algunas veces salpicados por el comportamiento de otros actores cuya afinidad política opositora es dudosa,  tampoco tuvo mejores resultados. 

Por este camino se llegó al año 2023, con una oposición debilitada, poco convincente e incapaz de coordinar esfuerzos en torno a un programa mínimo de acción común, y sin haber aprendido mucho sobre las lecciones del pasado. Por otra parte, los rasgos autoritarios del régimen se han acentuado. Los rectores del CNE han sido obligados a renunciar y el gobierno ha asegurado que no aceptará algunas misiones de observación electoral internacional como la de la Unión Europea. 

Además, el gobierno también ha inhabilitado de forma inconstitucional a candidatos importantes, entre los que resaltan el propio Henríque Capriles y María Corina Machado -esta última es quien, en el momento de narrar este recuento, encabeza todas las encuestas-. La inhabilitación del gobierno ha tenido el efecto deseado por sus estrategas: profundizar aún más las divisiones internas a la vez que generarle dilemas estratégicos importantes a la coalición opositora. 

Al sol de hoy estamos asistiendo al enfrentamiento entre tres o cuatro bloques opositores: El G4, que agrupa a los partidos Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo, contra María Corina Machado, en torno a quien gravitan figuras mediáticas influyentes en las redes sociales y otros entornos. Por otro lado, los partidos de la oposición con menor pegada, quienes han anunciado la conformación de una nueva coalición político-electoral, probablemente para impulsar la candidatura de Antonio Ecarri. Algunos de esos partidos son Cambiemos, Avanzada Progresista y La Alianza del Lápiz. También están confrontados el partido Acción Democrática-Bernabé Gutiérrez, COPEI entre otros. Además hay más actores que podrían ir por fuera de la oposición en una elección presidencial, como Benjamín Rauseo, popularmente conocido como Er Conde del Guacharo. 

A todo el entuerto hay que sumarle la desconexión profunda entre la dirigencia opositora y la vida real de los ciudadanos venezolanos, sometidos a toda clase de calamidades y penurias en su vida diaria. La pérdida de una parte importante de la nación la cual ha salido en éxodo masivo en búsqueda de mejor vida allende las fronteras (Se calcula que hay más de siete millones de venezolanos ahora mismo dispersos en todo el mundo, según datos de ACNUR), y la desmotivación generalizada producto de los errores del pasado y que pasan factura. 

De manera que no sería nada raro que la oposición volviera a ser derrotada en algún proceso electoral venidero. No solo por las triquiñuelas de un gobierno antidemocrático como el venezolano, sino por las propias y constantes incapacidades demostradas por la dirigencia política opositora.

Hagan ustedes su propio análisis y saquen sus propias conclusiones.